Es el día más grande de las cruces, nos despiertan con los sones de la banda de Bollullos del Condado, convocándonos a reunirnos en nuestra ermita, donde vamos a ver por primera vez la Cruz. A sones de himnos y pasodobles los arribeños cantan sus coplas y la alegría inunda poco a poco a todo el personal. La alegría y el cante no pararan hasta el final del día. Después de llevar a los viejos a la Cruz del Calvario se visten las bestias. Mientras comemos y cantamos vamos explicando a los forasteros lo que se va a vivir a continuación. Algunos hombres van engalanado a las bestias.
Se acercan las cuatro de la tarde, las mujeres empiezan a irse a la entrada del pueblo, los hombres buscando sitio junto a las bestias. Se baja la cuesta cantando, mirando a las mujeres con los nervios a flor de piel, sabiendo lo que va a ocurrir pocos minutos después. Las mujeres en el rellano de la carretera conteniendo ese grito desgarrador que lleva un año esperando salir de sus gargantas.
Los brazos al cielo, el gesto desencajado, gritos, llantos, abrazos, solo entendible desde los sentimientos, que al forastero deja boquiabierto y sin entenderlo, pero con la sensación de que están viviendo un momento mágico.
Al compás de pasodoble, coplas, vítores y cohetes recorremos nuestras calles para llegar a nuestra ermita donde se une lo pagano con lo religioso, las bestias con la Cruz. Y a la Cruz del Calvario.
Es el momento de los mozos. La moza vistiéndose con toda su familia alrededor sintiendo aflorar toda la mezcolanza de alegría y nervios que lleva acumulando desde que se enteró de su elección. Por fin se cumple su sueño más deseado. Recuerda todas sus vivencias ocurridas desde que iba a esperar a los músicos siendo una niña hasta ese momento tan importante de su vida. En este día su belleza no es equiparable a nada.
La espera a que lleguen a recogerla se le hace interminable.
Después, desde el primer viva hasta la clavada de la bandera, se le pasara en un suspiro contenido.
El mozo, vistiéndose de gala, esperas cómo puede el momento cumbre del día. En la calle le animan mientras va a por la moza, pero el solo tiene en mente uno de los momentos más importantes de su vida, clavar bien la bandera. En la Cruz del Calvario todos le vemos llegar asegurado a la bestia. Recoge la bandera de manos de la moza y piensa en su familia, en los que le quieren, en todos los que le están mirando y siente que no los puede defraudar. Cuando el clavel se hace pequeño mira alrededor viendo rostros rezando, cabezas bajadas por no poder aguantar la emoción y los demás concentrados en sus movimientos. El momento es sobrecogedor. Recordando lo escuchado la noche anterior saluda y clava con orgullo la bandera, como hicieron todos sus antecesores. El ruido es atronador, la felicidad, los vivas, los aplausos lo envuelven todo. Los mozos saboreando el instante.
En el ocaso del día, nuestra Cruz abandona la ermita para ir a la Iglesia. Bajando por la calle larga llega a las cuatro esquinas donde espera el momento de cruzar la plaza para la celebración de las vísperas cantadas. Es un momento mágico. El anda pausado, la suavidad del movimiento, la mirada adulta y serena, el orgullo reflejado en las caras de sus portadores. Ese silencio tan impresionante solo roto por la música de nuestra banda, la expectación viendo la sencillez de como pasa la Cruz, hasta recibir una lluvia de pétalos caídos del cielo.
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