miércoles, 27 de abril de 2011

Lunes y martes: Días del lobo y la zorra



Vuelve el sosiego y la tranquilidad. Las horas dejan de contar, los actos se celebran en la intimidad de los hermanos. En la comida de Hermandad, en las invitaciones de los hermanos mayores y los mozos son todo risas, coplas y comentarios sobe las fiestas vividas. El lunes, por la noche, nuestra Cruz vuelve a su ermita por última vez acompañada por los acordes de unos músicos extraordinarios, con un corazón y unas ganas tan grandes que provocan el estremecimiento en todos los presentes. 
Se dicen los últimos vivas y hasta el año siguiente. 
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Domingo: Día de la Cruz

Día grande de las fiestas. Sí, a diferencia de otras fiestas, tienen dos días grandes tan importante el uno como el otro. Es el día donde se luce la Cruz, donde se ve el trabajo mudo de esas hacedoras de milagros que transforman con auténtica devoción el madero en esa importante Cruz que vemos en la calle.
El significado de sacar la Cruz a la calle es para recordar que a través de ella la muerta a sido vencida. La Cruz que sacamos con orgullo no es una Cruz de muerte, es una Cruz de humildad, de misericordia, de gloria, de amor, de resurrección, un Cruz de vida eterna.
Con la Cruz en la calle vuelven a tomar protagonismo los hombres de la Hermandad. Son los mismos que sudaron cortando el romero, que vistieron y arroparon a las bestias en su recorrido por el pueblo. Vestidos con sus mejores ropas se prestan a tomar la responsabilidad de llevar la Cruz sobre sus hombres para pocesionar por las calles del pueblo con una dignidad y una elegancia difícil de encontrar. Esos sentimientos encontrados son los que nos dan fuerzas para esperar durante un año y poder llevarla de nuevo.
Los niños son los grandes olvidos de las fiestas, pero ellos están en todos los actos de las cruces. Los vemos recogiendo las varillas de los cohetes, revolcándose por el romero, corriendo calle arriba calle abajo, pero ellos también nos observan. Ven llorar de alegría a su madre con las bestias, a su padre llevando la Cruz… y esas imágenes se quedaran grabadas en su retina y en su alma que ni la distancia ni el tiempo podrán borrarlas jamás. Ellos son el futuro de la Hermandad y de las fiestas.


Sábado: Día del Romero

Es el día más grande de las cruces, nos despiertan con los sones de la banda de Bollullos del Condado, convocándonos a reunirnos en nuestra ermita, donde vamos a ver por primera vez la Cruz. A sones de himnos y pasodobles los arribeños cantan sus coplas y la alegría inunda poco a poco a todo el personal. La alegría y el cante no pararan hasta el final del día. Después de llevar a los viejos a la Cruz del Calvario se visten las bestias. Mientras comemos y cantamos vamos explicando a los forasteros lo que se va a vivir a continuación. Algunos hombres van engalanado a las bestias.
Se acercan las cuatro de la tarde, las mujeres empiezan a irse a la entrada del pueblo, los hombres buscando sitio junto a las bestias. Se baja la cuesta cantando, mirando a las mujeres con los nervios a flor de piel, sabiendo lo que va a ocurrir pocos minutos después. Las mujeres en el rellano de la carretera conteniendo ese grito desgarrador que lleva un año esperando salir de sus gargantas.
Los brazos al cielo, el gesto desencajado, gritos, llantos, abrazos, solo entendible desde los sentimientos, que al forastero deja boquiabierto y sin entenderlo, pero con la sensación de que están viviendo un momento mágico.
Al compás de pasodoble, coplas, vítores y cohetes recorremos nuestras calles para llegar a nuestra ermita donde se une lo pagano con lo religioso, las bestias con la Cruz. Y a la Cruz del Calvario.
Es el momento de los mozos. La moza vistiéndose con toda su familia alrededor sintiendo aflorar toda la mezcolanza de alegría y nervios que lleva acumulando desde que se enteró de su elección. Por fin se cumple su sueño más deseado. Recuerda todas sus vivencias ocurridas desde que iba a esperar a los músicos siendo una niña hasta ese momento tan importante de su vida. En este día su belleza no es equiparable a nada.
La espera a que lleguen a recogerla se le hace interminable.
Después, desde el primer viva hasta la clavada de la bandera, se le pasara en un suspiro contenido.
El mozo, vistiéndose de gala, esperas cómo puede el momento cumbre del día. En la calle le animan mientras va a por la moza, pero el solo tiene en mente uno de los momentos más importantes de su vida, clavar bien la bandera. En la Cruz del Calvario todos le vemos llegar asegurado a la bestia. Recoge la bandera de manos de la moza y piensa en su familia, en los que le quieren, en todos los que le están mirando y siente que no los puede defraudar.  Cuando el clavel se hace pequeño mira alrededor viendo rostros rezando, cabezas bajadas por no poder aguantar la emoción y los demás concentrados en sus movimientos. El momento es sobrecogedor. Recordando lo escuchado la noche anterior saluda y clava con orgullo la bandera, como hicieron todos sus antecesores. El ruido es atronador, la felicidad, los vivas, los aplausos lo envuelven todo. Los mozos saboreando el instante.
En el ocaso del día, nuestra Cruz abandona la ermita para ir a la Iglesia. Bajando por la calle larga llega a las cuatro esquinas donde espera el momento de cruzar la plaza para la celebración de las vísperas cantadas. Es un momento mágico. El anda pausado, la suavidad del movimiento, la mirada adulta y serena, el orgullo reflejado en las caras de sus portadores. Ese silencio tan impresionante solo roto por la música de nuestra banda, la expectación viendo la sencillez de como pasa la Cruz, hasta recibir una lluvia de pétalos caídos del cielo. 


Nuestra Hermandad

Ésta es una hermandad de mujeres. Ellas son la verdadera alma espíritu que mantiene toda esta obra. Tienen una dedicación y un amor desinteresado hacia la Hermandad fuera de toda duda. Son parte principal en todos los actos que celebramos. Están pendientes hasta del último detalle en todo lo que se refiere a los símbolos. En el Corpus, qué bonito preparan el cuarto, en los adornos y flores de nuestro paso, en la preparación de la Cruz. Todos podemos verla, bien temprano haciendo roscos para ese manjar llamado piñonate. Están en la cocina ofreciendo lo mejor de ellas mismas para los demás. Su preocupación, nerviosismo, angustia, ir de casa en casa para buscar un Hermano Mayor… Realmente son el alma de esta Hermandad y su seña de identidad. No nos preocupemos, ellas están en todo. Tienen asumido su papel en la Hermandad y lo desempeñan a la perfección.

Viernes: Corta del romero

Los hombres están nerviosos y ansiosos para salir a cortar el romero. Cada año es diferente, no van solos, va la siguiente generación. Los padres se sientes orgullosos de ver a sus hijos con el calabozo en las manos.
El olor a jara y a tomillo envuelve el campo, pero sobre todo esos olores, el olor a romero. Un romero de verde esperanza esperando ser cortado para ser ofrecido a la Cruz.
Con el calabozo en la mano, aguardiente y pastas en los descansos, sudando el orgullo para tener el mejor haz de la bandera. Se aguarda en la estación la llegada del romero y de los hermanos que vienen de fuera con charanga, cohetes y cantando coplas antiguas y las nuevas de cada año.
Por la noche, mientras la juventud del pueblo se divierte en la Perla, no lejos de allí se desarrolla uno de los actos más íntimos y menos ocurrido, no por eso menos importantes, hacer el haz de la bandera.
El mozo llega con los amigos. Todos le dicen cómo lo tiene que colocar, cómo tiene que clavar la bandera, qué no debe hacer. Y él como un autónomo sigue los consejos con la cabeza en el día siguiente. La inquietud que le invade no lo abandonará hasta que todo haya terminado.
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Las coplas

Un poco de nuestra historia

La mezcla entre elementos paganos y religiosos ha dado origen a una fiesta, donde el amor a la naturaleza, el culto a la Cruz y el respeto a las formas de vida y tradiciones se unen en una perfecta simbiosis. Los ritos patrimoniales, reflejados en la corta del romero, el engalanamiento de las bestias, los vítores que se les profesan, los mozos de la bandera y la posterior clavada de la insignia en el haz del romero, son posiblemente huellas del pasado más remoto, que han sabido fusionarse con la devoción a la Vera Cruz. El desclavar de la bandera y el ofrecimiento del romero a la Cruz son el punto de inflexión que unen las dos tradiciones, pagana y religiosa, siendo a partir de ese momento los elementos cristianos los protagonistas de los actos, como constatan las “vísperas” o procesión de la Cruz a la iglesia, la misa o el recorrido procesional por el pueblo.
Esta tradición comenzó a fijarse en el último tercio del siglo XVII, aunque el primer testimonio documental data del año 1700. Nuestra historia se puede sintetizar en cuatro etapas:
1ª. 1670-1875
Se establece la cofradía del Santísimo Cristo y Vera Cruz, compuesta de dos bandos y dependiente de la Parroquia.
2ª. 1875-1904
Sólo el bando de Arriba pertenece a la Vera Cruz y bajo la tutela de la Iglesia. Esta fidelidad es recompensada con el primer lugar de prelación en el desarrollo de los distintos actos y el hecho de ser los depositarios de los símbolos propios de la Pasión. Todavía hoy las primigenias reliquias labradas en plata con  estos motivos adornan, junto a antiguas medallas, a la Cruz de Arriba.
Corresponde también a esta etapa nuestro símbolo, el gallo y nuestro color distintivo, el rojo.
3ª. 1904-1931
Es el momento de su consolidación como Hermandad. La heredad el Calvario, custodiar los símbolos de la Pasión y ser sus actos los primeros se confirman como derechos de una cofradía, que ya tenían construida su ermita en la calle Larga.
4ª. 1948
La fiesta resurge recuperando sus tradiciones y herencias, y abriendo una etapa de esplendor para la Vera Cruz de Arriba.S.M. El rey aceptó ser Hermano Mayor Honorario y nos otorgó la condición de Real. Como depositaria desde la antigüedad de todos los atributos Sacramentales fue reconocida con este título.

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